Duele saber que un día normal de la vida de Ecuador se vio
empañada con tanta violencia y dolor.
Duele saber que las balas compradas con dinero del pueblo
para defenderlo, se usaron para amedrentarlo, someterlo, asesinarlo.
Lastima saber que el incumplimiento del deber de cientos de
uniformados puso en jaque al país y, tras mucho dolor, se mantiene en el
silencio los resultados de aquella cruenta jornada de violencia y destrucción.
Ofende saber que ese día se echaron al caño los millones de
dólares invertidos en educar uniformados, en dotarles de herramientas para
cuidar al pueblo y, mas aún, asfixia la impotencia de releer aquel fatídico día
y saber que por la irresponsabilidad de algunos mandos medios que los
movilizaron, de ministros y jefes que no cumplieron su papel de mediar y
aclarar a tiempo las leyes tratadas, del mas alto jefe del estado que no venció
su ego y prepotencia; el diálogo desapareció del diccionario del 30S y las
calles se tiñeron de sangre y de dolor.
El pueblo contra el pueblo y sus líneas de defensa
disparando contra ellos.
Por Dios juro, sagrada bandera…
Una revuelta policial, por reclamos de sueldos, se convirtió
en un vía crucis para tantas personas lastimadas, vejadas, sometidas,
asesinadas aquel día... Incluyendo al mismo presidente.
Cobardía. Esa es la palabra que me salta a la mente.
Cobardía del policía que aquel día rompió su juramento y
maltrató al pueblo que le paga el sueldo, la comida, el estudio y le da trabajo
Cobardía de los jefes de destacamentos y comandos
provinciales que prefirieron ocultarse y usar a los policías de tropa como
carne de cañón en un reclamo que también era propio, pues eran quienes más “perdían”.
Cobardía de ciertos políticos que usaron el ambiente agitado
para proclamarse dignos del respaldo popular y para “alzar la voz”, cuando
normalmente callan esperando el momento para lucirse y despotricar. Falsos!
Cobardía de ciertos políticos en el poder que quisieron
brillar sin medir los límites de un enfrentamiento ciudadano.
O ¿es que acaso, aquel día, algún cromo político “conocido”,
cayó, al menos, herido o asfixiado en la calle?
No se puede llevar al ciudadano de a pie a enfrentar a una
turba enardecida de hombres armados!!! Cobardes e irresponsables, porque al
primer sonido de bomba lacrimógena corrieron con sus guardaespaldas, pagados
por el pueblo, mientras el ciudadano
indefenso caía golpeado por una bomba, una piedra, una bala…
Romper el orden constituido, de haberse pretendido aquello, no es un delito tan grave como
asesinar a una persona a quien juraste defender. Ni tiene comparación, ni tiene perdón.
Los responsables pueden esconderse, maquillar su versión, silenciar
a sus testigos, esconder las balas, borrar los registros de los rastrillos
policiales y militares de aquel día… Pueden escondernos la verdad, pero jamás
callarán la voz de su conciencia. Malditos!
Patria, tierra sagrada, de honor…
¿Se aprendieron las lecciones de aquel cruento día?
¿Cómo es posible que alguien, sin poder, use a policías, de
varios rangos, en servicio activo para orquestar un golpe de estado y que la
inteligencia que te protege, como gobernante máximo, no lo sepa ni te prevenga
de aquello? ¿O no los escuchaste?
¿Cómo intentas dialogar con un grupo amotinado y armado? ¿Cómo
te diriges a ellos con gritos y los ofendes con tu bravuconería y esperas
sumisión y respeto?
No te puedes subir al balcón después de un día tan difícil
para el país y seguir con los gritos y las amenazas. NO!
Y no, no se puede gobernar con prepotencia. Mano firme sí,
Prepotencia no. No son lo mismo. Pero quizá él nunca lo entenderá.