martes, 20 de diciembre de 2016

Nankits

Dudas. Mil dudas. Y otras tantas preguntas sobre lo que sucede allí donde la selva empieza a tomar nombre, color y forma. Donde la selva se llama Shuar y los Shuar, a veces, han sido obligados a dejar de llamarse selva.
Ecsa! Una mala palabra y no en idioma shuar sino en inglés con acento chino.
Y aquí me empiezan las dudas... hace 10 años.
El gobierno afirma, sin duda de por medio, que los terrenos que hoy provocan enfrentamientos en Nankits y en Panantza, son zonas no ancestrales, terrenos de colonos invasores a quienes una compañía extranjera se los compró a un módico precio sin márgenes de negociación.
Si Ecsa compró los terrenos hace 10 años, los testimonios escriturales deben decirlo, tan claramente, que no hay motivo alguno para la lucha.
Pero...
¿Quién los vendió?
¿A cómo se los compraron?
¿Sabía la gente que esos terrenos eran una mina de casioro y que necesitaban los mismos para sembrarles muerte y extraer cobre?
¿Sabían los chinos el valor futuro de la inversión que hacían?
¿Protegió el gobierno los intereses de los propietarios de las tierras en la negociación o permitió que el capitalista salvaje imponga sus condiciones?
Si hace 10 años los negocios estaban cerrados...
¿Por qué hay gente a la que le están entregando cheques a la fecha?
¿Por qué tumban, ahora, iglesias y viviendas para dar paso al proyecto o sus vías?
Y siguen las preguntas y las dudas...
La noche que los "paramilitares disfrazados de ancestrales" se tomaron el campamento en Nankits con "armas y pólvora", ¿por qué enviaron policías sin protección suficiente para intentar desalojar a los "invasores"?
¿Por qué no esperaron refuerzos para evitar bajas sensibles como las del policía ecuatoriano José Luis Mejía Solorzano?
¿Qué equipos de protección llevaba el joven uniformado?
¿Qué órdenes recibieron y quién las dio?
¿Por qué no llamaron al diálogo con los "invasores" para conocer sus reclamos y esperar a que aclare el día para solucionar el conflicto?
¿O es que acaso la muerte es la única forma de solucionar un conflicto en este país?
¿Cuándo nos volvimos tan violentos?

jueves, 8 de diciembre de 2016

Auch!

Cuatro minutos con 38 segundos dura la melodía que, últimamente, ha generado más comentarios en redes sociales sobre feminismo y machismo que las campañas de la ONU y las marchas contra toda forma de violencia de género.

Le pertenece, la canción, por decirle de alguna forma a esa retahila de sucios versos, a una estrella mediática de un ritmo urbano, bastante flojo en cuanto a durabilidad histórica, pues jamás el trap o el reguetón servirán de referencia para que una orquesta sinfónica les rinda un tributo. Es moda, pasajera y bastante superficial, como casi todo desde que los smartphones caducan a los 11 meses.

El ritmo es malo. Punto.

La letra, eso ya es otro cantar, aunque de cantar tiene muy poco, mejor pegue tiene el discurso del típico vendedor de chicles del bus, ese que recién salió de prisión y no quiere matar a nadie, solo pide que le colaboren para comer algo.

Cuatro minutos y 38 segundos tuve que torturarme para escribir esto, aunque los primeros 30 segundos fueron suficientes. Maluma, cual genio de cuento, quiso frotar un tema espinoso para ver si así consigue más premios, seguidoras y placeres comprables. Mal no le va, justamente, mucho se habla del tema y su letra, lo cual le da publicidad, de la mala, pero le da.

*al mercioco también le funciona*

Y sí, la letra es denigrante para la sociedad, la humanidad y el género femenino. Pero también ejerce la misma presión negativa sobre el hombre y sus valores, o al menos, sobre los hombres que sí queremos tener valores y vivirlos en una sociedad medianamente sensata y respetuosa.

El respeto es lo primero, en cualquier relación personal: laboral, de amistad, de amor, afecto y, me atrevo a decirlo, hasta en las que sólo tienen como base común el sexo. Y es que, comprar y vender es una actividad humana, nadie, en sus cabales sale a la calle a tirarle dinero en la cara al otro para que le venda algo. Y Maluma hace eso con su último "éxito", salir a gritarle a la gente, hombres y mujeres por igual, que le sobran recursos para comprar placeres al precio que le pongan, desde un yate hasta un premio, desde una disquera hasta una mansión. Como dije, nadie en sus cabales sale a hacerlo de esa manera. Y lo sostengo.

Pedirle respeto a Maluma es como pedírselo a Trump.  A ninguno de los dos le hizo falta para llegar a la cima, y, en el caso de Trump, recién empieza el juego.

Prohibir la canción del artista no ayudará a mejorar las condiciones del género femenino en nuestra sociedad, donde el machismo y sus raíces todavía tienen cabida cual cacería de trofeos para añadir a la colección. Qué mas da si son 4 babys o son 100. Lo importante es tener una galería de la cual presumir.

Por el contrario, forjar una cultura de respeto íntimo en nuestros niños y jóvenes sí nos ayudará a que, como sociedad, exijamos cierta calidad en el lenguaje y en el ritmo, antes de darle sonido y audiencia a cualquier musicalización de sucios versos.

Escuchar esa canción es como subirte al trole y manosear a cuanta mujer se te cruza y esperar que te aplaudan por ello. Nadie en sus cabales lo haría.

Yo no.

P. d. Cada vez que una señorita sube un video haciendo twerking a sus redes sociales, le hace tanto daño al feminismo como la canción mencionada.