Los sentidos nos comunican con el mundo que nos rodea.
De cuando en cuando algún sentido nos falla, por enfermedad o condiciones del entorno, y parte de nosotros no sabe cómo reaccionar. Ver, sentir, saborear, escuchar y olfatear son parte de nuestra esencia comunicativa. A veces más, a veces menos.
Con el avance tecnológico, las redes sociales y plataformas de comunicación impersonal han promovido que ciertos sentidos sean más necesarios que otros, ver y escuchar es básico. El tacto se ha reducido al mero hecho de teclear con mayor velocidad, y casi sin reflexión, textos cortos en reacción inmediata, simultánea y, muchas veces, demasiadas creo, intrascendente.
Todos tenemos algo que decir, y a veces tenemos que decir algo, aunque no nos competa o no estemos calificados y es que, el hecho comunicativo nos desborda. La información abunda, falsa o cierta, pero abunda. Y reaccionar se ha vuelto tan viral como la noticia misma. Y si la noticia es falsa, la reacción también lo es, incluso si tenemos la mejor de la intenciones o el mejor de los juicios, una intachable definición de principios o una colección inagotable de conocimientos. Si la noticia es falsa, todo lo que deviene a continuación lo es.
En el hecho comunicativo como encuentro de realidades personales, hay un espacio común de ideas, juicios, conceptos, valores, principios, etc. que se discuten con la altura necesaria, con los argumentos requeridos, con el apasionamiento animal que nos define, pero, por sobre todo, con la racionalidad equilibrada de quien descubre en el interlocutor a un alguien real.
Las redes sociales son un cuarto oscuro donde se revela, cual fotografía antigua, lo que cada persona quiere mostrar en realidad. La fotografía se tomaba su tiempo, pasaba por varios filtros, exigía paciencia y constancia, era un arte la revelación.
Opinar en redes sociales puede convertirse en un arte si se hace como en el proceso fotográfico, con los filtros necesarios, con los tiempos adecuados, con las herramientas suficientes.
Si bien es cierto, nuestros sentidos al contacto con las redes sociales no se ven completamente involucrados, sin embargo, no hemos dejado de ser lo que somos: animales racionales. Y ella, la razón, debe primar antes que los instintos, analizar antes de escupir un comentario "impersonal" y parcializado.
Puedes tener un avatar real, mostrar tu mejor perfil o puedes ser un personaje ficticio con una careta virtual. Detrás de tus comentarios, como en la fotografía no revelada todavía, se esconde lo que realmente eres, lo que piensas, cómo actúas y los principios y valores que tienes y demuestras, o no.
Para opinar en redes sociales nos falta tacto, ese sentido que no consiste en solo teclear con bravura y convicción. Si tus manos descubren que el tobogán de la piscina está hecho de papel lija, tú no entregas tu cuerpo a ese desastre inminente, tu razón te dice que no, que te abstengas.
Un poquito más de tacto, por favor.