martes, 15 de abril de 2014

Leo poco y leo mucho

Nuestra mente es como un país, se divide en zonas y cada una se desarrolla con los recursos que le han tocado en suerte, pero que, sobre todo, sabe explotar con astucia, inteligencia y, especialmente, con esfuerzo y dedicación.

No todos los países de la roca que llamamos Tierra poseen petróleo y, algunos de ellos, no necesitan de ese grasiento oro negro para ser superdesarrollados.

El niño que aprende a decir "mi mamá me mima" y no para de leer hasta la tumba, es como el país que no tiene petróleo y domina medio mundo: es hábil con sus recursos naturales. No le dedicó horas a su flojera televisiva ni necesitó sumergirse en la tecnología de los microchips de un smartphone para amar las letras.


Saboreó la dicha de las letras, las palabras y los universos infinitos que ellas pueden crear. Universos que una vez leídos fueron vividos como propios y que son inexplorados confines a los que nadie mas podrá llegar jamás.

Un niño que no inventa, crea ni imagina es como ese país del tercer mundo que se dedica a consumir lo que los demás escriben. Nunca crecerá.

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