Amanecí perdido, sin saber dónde estaba.
Tenía sed y mis manos estaban cansadas. No entendía la razón
de tal cansancio, había dejado la guitarra hace días.
¿Y la sed? Quizá se me venía
atrasada, la caminata nocturna me deshidrató o ¿era sólo una necesidad
puramente humana? Después de todo, esto de vivir a veces nubla la conciencia y,
de paso, las ganas.
Las ganas de seguir siendo, de pretender que somos algo, o
alguien, o que somos…
No he escrito hace años, se me nota. La sencillez de las
palabras demuestra que ando perdido, que esa esencia que creía mía se me escapó
con el color que las letras fueron perdiendo por el paso de los años…
No fue un libro, apenas unos cuentos y algunas rimas… Decir
que hice poesía, sería como pretender pertenecer al Olimpo, sin siquiera saber
dónde se halla.
¿Son los dioses los que definen nuestras búsquedas o acomodamos
a los dioses según nuestra conveniencia y nuestras batallas?
Tengo sed, sigo cansado, mis manos no sostienen ni ese vaso
que me ofrece ahora el hada. Debe ser un hada, recuerdo que me acosté solo,
hace tiempo que no tengo quien me venga a hacer compañía, hace tiempo que no sé
lo que es cargar con alma.
Y tengo prisa, ese nudo en la garganta que me espanta. Ese tener
que salir corriendo hacia algún punto distante, sin recordar porqué, cómo, a
dónde, ni nada…
Me da de beber cómo a un herido en la batalla, refresca mis
labios y me quema el alma. Ese aroma no me es perfecto. Algo pasa. Mi mente
reescribe ese aroma, pero aún así no le hallo punto de partida en mis ganas. Toma
mi cabeza como a soldado caído, necesitado de ayuda, de descanso, de una cama…
Veo bien, no es el desierto, no estoy perdido, es mi casa. Ahí
está la “tele”, y mis posesiones, todas regadas, algo roídas por el uso pero
mías.
Habia oido de agua fresca, del milagro en la botella que
reaviva nuestras ganas de vivir… me acordé de “127 horas” y lo vital que es no
desmayarse en la batalla…
Qué coincidencia para rara,
el protagonista tiene una mano aplastada por la roca, en una quebrada en
el desierto… yo estoy quebrado, sin saber porqué... con sed y mis manos no
responden. Ni las siento casi…
Perdí el conocimiento y vuelvo ahora a
reaccionar. Quién sabe cuanto tiempo ha pasado. Así he sido este tiempo,
sobreviviendo a mis
sueños, o mejor, sin pensar en ellos.
Ella sigue a mi lado, no ha dicho palabra, le
pregunto quién es y sonríe. Intenta hablar pero se le callan las
palabras. Insisto en mi
pregunta y ella me muestra sus manos, mi nombre está escrito en sus
manos, reconozco
mi nombre, se quién soy…
Silencio profundo. Mi cabeza se aclara. La garganta se me vuelve
un nudo nuevamente. Otro vaso de agua…
Siento mis manos, me duelen, me coloco los lentes y las miro…
Es mi nombre tatuado con una pluma de esas que usan los caballeros, las que
escupen tinta, las que, literalmente, graban.
Soy. Ella es. Mi nombre en sus manos, sosteniendo las mías... me devuelve
la conciencia, las ganas, el alma…
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