Qué bueno era poder dormir hasta 5 minutos antes de emprender un viaje de 15.000 km y saber qué llegarás 4 minutos antes a la reunión, allá, del otro lado del mundo.
Aún así, Sebas sabía que su juego de luchar contra el tiempo y el despertador, en algún momento, le costarían una fuerte suma como multa por llegar tarde. ¿Excusas? no se aceptaban. Y como no descubriera una forma de doblar el tiempo, al estilo Einstein, y usar un agujero de gusano para viajar en el tiempo, pues...
Todavía recordaba los viejos aeropuertos, esas moles de acero y aluminio surcando el firmamento a velocidades “increíbles”, no podía olvidar que cada vez que iba a subir a un Airbus encendía su viejo LED, unas horas antes, para ver esos accidentes aviatorios explicados al detalle por Discovery y pensar en poder aterrizar un avión en caso de que al piloto se le soltara un cable en el cerebro, aún cuando no había querido aprender a manejar ni la bicicleta, por temor al vértigo.
Y se vuelve a reír mientras su vestimenta de nanofibras se encarga de la ducha tempranera. Cuánto añoraba el agua tibia en la ducha, agua, ese tesoro que ya casi nadie poseía en cantidades libres.
Antes de presionar el botón de “viaje programado” repasa sus líneas en inglés, japonés, chino y aurobio, ese loco idioma usado por los empresarios para explicar sus conceptos de mercado. Total, el implante del administrador de multilenguaje no le había salido tan caro.
Sonríe al recordar que la planta productora de ellos y la patente UNIVERSAL le pertenecía. Había que lidiar con los “inventores de bajo presupuesto” que desarmaban los equipos de alta tecnología y luego les hacían réplicas “exactas” con materiales 100 veces mas baratos, pero inigualablemente menos durables.
Ja! Una cosa era comprar un iMind a mitad de precio de un productor “independiente”, otra meterte un chip en el cerebro que tenía residuos de plomo y cobre, había que estar loco…
RAYOS! T-2m. Toma su comunicador móvil, la tarjeta de acceso y los coloca en el área de carga del transportador UNIV02.
Ajusta su respiración a la recomendada por el impulsador de partículas y, listo, a comer kilómetros a la velocidad de la luz.
Una vez más, a tiempo y sin tener que hacer escala en ningún sitio.
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