jueves, 30 de abril de 2015

¿Quién eres?

La concepción del ser humano – hombre – persona en cuanto tal, responde siempre a la necesidad de contestar a la pregunta básica: ¿Quién soy?
Teorizando, a lo largo de toda la historia de la humanidad, se ha dado un proceso de des-teologización  de dicha pregunta. La filosofía ha ido respondiendo a ese deseo original de “saberse” que toda persona tiene, desde distintos frentes teóricos.
El sustancialismo buscó descubrir la respuesta a dicha cuestión radical desde la relación de la persona con su ORIGEN. “Quien soy” debe ir definido desde el “de dónde vengo”. Preguntarse por la esencia de la persona equivalía a tratar de  descubrir por qué en medio de tantas “esencias” existentes, la de la persona era diferente, única y particular.  Había que intentar conocer ¿qué hace diferente a la persona del resto de esencias existentes?, para comprender completamente su particularidad, sin embargo, en dicha perspectiva analítica del origen “particular” del ser humano ya se hace referencia intrínseca a una relación comparativa y diferencial de las demás esencias – creaturas existentes alrededor.

La persona se descubre (pregunta por su esencia y origen) y se define (trasciende) en cuanto se relaciona con los demás. Descubre su esencia humana en cuanto la descubre en sus semejantes. Sin embargo, ante ellos, descubre su particularidad única pues aunque son semejantes no son iguales.
Independientemente de las múltiples teorías sobre el origen del yo, todas confluyen en cuanto a la necesidad de pensarnos “en relación” con: uno mismo, la naturaleza, los demás seres humanos y “el origen” de todo. La existencia propia y la conciencia de la existencia propia son producto de la relación de la persona consigo misma.

Tender hacia una explicación menos teológica del origen de la persona, origina una segunda pregunta existencial básica ¿Hacia dónde voy? Importa menos el punto de partida que el de llegada. Pues la mera existencia no es respuesta en sí. Existimos PARA algo.

En esta perspectiva de autoconocimiento y autotrascendencia el concepto de persona halla una complementariedad que el sustancialismo no alcanza a responder por sí solo y que la relacionalidad tampoco logra englobar.

La pendulación histórica entre ambas preguntas básicas nos lleva a buscar un camino más complejo y, por ello, completo. Un camino que conjugue  ambas visiones o, más específicamente, permita a cada persona hallar una respuesta adecuada y conforme a sus propias preguntas. A cómo, cuándo, y porqué las formula.

Haber roto los sellos “sagrados” de prohibición de pensar, ha permitido que cada persona busque y genere conocimiento sobre su propia existencia, comparta esas conclusiones con los demás sin temor al anatema y, en esa relación cognitiva, encuentre no sólo las respuestas que busca sobre ¿quién es? Y ¿a dónde va?, sino que, también sea capaz de dotar de sentido su permanencia en la vida; es decir, hacer que la existencia tenga en sí misma valor y sea respuesta a sus necesidades de sentido de existencia, en relación con su yo, los demás, la naturaleza y su Origen tan especial, único y particular.


Y tú, ¿ya sabes quién eres?


jueves, 19 de marzo de 2015

Bandera

Entre sangre y gemidos, sollozos y frío.
Así nos recibe el mundo, así nos pare la madre, bañados de colores, rodeados de banderas.

Y vamos creciendo y nos hablan de la patria, del país, redil con mallas imaginarias, al que nos pertenecemos y que nos envuelve en colores que la historia nos legó como insignia.

Y al crecer le juramos lealtad y servicio, protegerla y servirla, cual madre, cual novia que espera nuestro amor sublime, inmenso, profundo.

Con los años los colores van perdiendo su textura, aprendemos que los otros no son tan otros, tan lejanos, tan diferentes. Que nos une el idioma por encima de la bandera. Y, cuando el idioma nos separa, nos acoge la música, el deporte, la literatura, los mares y la vida.

Sufren por nosotros aunque no nos vivan a diario, se nos enternece el alma cuando a esos, tan extraños, abanderados ajenos la desgracia los abruma.

Nos gana la sangre, ese primer vínculo humano, hermano, cercano. La primera y única bandera.

Desde allá, donde la atmósfera se pierde y el espacio cuasi infinito nos gobierna, hay un color que nos engloba y nos define, un azul sincero y limpio, con apenas rastros de café y blanco. Un azul de vida, de libertad, un azul de hermanos...

Nacemos entre el rojo de la sangre de la madre, pero con el azul de la madre Tierra como sello indeleble de hermanos.

La vida es mi bandera.

jueves, 12 de marzo de 2015

La novia nueva...

Cada mañana, al borde de las 4 de la mañana, te levantabas para atender a tu esposo y a tu prole que, tranquilamente, siguen soñando con un mejor futuro.

Vas preparando el desayuno y planeando el almuerzo, las tareas del hogar, revisar el campo y coordinar, con la mama Luna, el arado, los sembríos, el aporque, el abono, la cosecha... esa lucha diaria para obtener un café que llena de su aroma media América, el sabor único del chocolate que cruza el Atlántico y endulza paladares mas allá de donde entienden tu lenguaje.

El banano, la papa, las frutas tan generosamente producidas por la madre Tierra... en fin, tu vida es el campo y de él obtienes cuanto tu marido administra en el mercado y se alimentan tus hijos.

Pero una mañana, tras una charla con los amigos en el mercado, él descubre un brillo nuevo en otros ojos, un fuego ardiente en otras caderas, un deseo insaciable en otro lenguaje...

Se le acerca ella, vestida de negro, tentando con su aroma y su color, rodeada de nuevos amigos y lo incluye en un roce social que no imaginaba existía. Se vuelve socio de un nuevo club, ya no regresa a casa a buscarte y contarte sus alegrías y desvelos camino del mercado. Ya no te cuenta cuánto ganan o cuánto pierden. Ya no cuenta contigo.

Y tú sigues sembrando y sigues labrando la tierra, sudándola a diario, sembrando esperanza y cosechando, en tus hijos, gratitud muy simple y en algunos abandono.

Y el café, el cacao, el banano, la fruta... se enojan contigo y dejan de darte mil alegrías.  Te falta un brazo firme que sostenga el arado, te falta quien coseche y negocie lo que produces. Él ya es feliz en los brazos de una amante mas joven, mas moderna, mas de la ciudad.

Tras él corren tus hijos y te dejan cargando con las tareas de labranza sola, peleando con las sequías y los crudos inviernos. Peleando sola... Mirando al horizonte, clamando por un futuro, esperando que vuelvan, esperando que quieran volverte a querer... esperando!

Y un buen día te llaman, te vienen a visitar, te piden que produzcas más, que no eres eficiente y que ellos, en la ciudad, pasan hambre mientras tú holgazaneas. Te cuentan que en otros lares hay gente que produce mejor, en menos espacio de tierra y sin tanto sufrir, que deberías hacer lo mismo y dejar de llorar...

Que las ausencias no alimentan a nadie y las quejas no sacian la sed.

Y él, del brazo de la novia nueva, ahora piensa en ti, porque ella ya no lo puede alimentar ni sostener. Porque ella ha perdido brillo y valor, porque ya no le alcanza con lo que ella gana para ser feliz.

Y no vuelve a ti, no. Tampoco se disculpa contigo ni con tu tierra. Te exige sostengas su estilo de vida sin dejarla a ella.

Han pasado los años en los que el dinero le sobraba y lo malgastaba en la juerga y las fiestas, en repartir monedas a cambio de lisonjas... y a ti jamás te ayudó con tus batallas diarias por trabajar la tierra y hacerla producir.

Ahora que la cotización de la novia nueva ya no es suficiente, vuelve a ti.

Viene a exigirte que lo alimentes pero ya no sabe de arado, ni de lodo, ni de luchar. Se ha vuelto exigente, refinado, citadino, odioso...

Él ya no es tuyo ni de nadie. Las deudas lo agobian. El dinero le falta. Los hijos citadinos le exigen más y más.

Y tú sigues labrando tu tierra.

Tú sigues siendo campo y él ya no sabe cosechar.

jueves, 29 de enero de 2015

Pasión

Y ahí vamos, viendo al mundo correr desesperado, aparentemente sin más motivos que girar, que alcanzar cimas y crecer.
Miles de rostros van y vienen, cuentan historias distintas y la misma historia a la vez: viven, mientras van aprendiendo a morir.
Y la vida se vuelve camino, motor y destino.
Y la vida se vuelve motivo, canción y algoritmo.

Ah, la vida. El instante que raudo atropella mil sueños y cumple un par de quimeras. El segundo insolente que sueña con volverse eterno y cambiar el rumbo de la historia.
Esa magia fugaz de minutos, segundos y horas que nos gusta contar. Aunque no sepamos para que las contamos si no se pueden guardar.

Y la única diferencia entre aquel que vive a fondo y el que mira vivir es el fuego que les quema por dentro y los hace brillar... Ser luciérnaga sobrevolando la selva, ser volcán dominando la pampa, la selva y hasta el mar.

Ser
Decidir
Escoger

O cumplir...

Y la vida no es magia ni lógica pagana. No es un dios obligándote a respirar.

La vida son células y oxígeno en permanente combustión.

La vida es fuego.
La vida es pasión!

Dadme una palanca y moveré al mundo...

Ten. Te siembro una pasión: Mueve el mundo...  vive!

sábado, 17 de enero de 2015

Con mi corazón en Yambo

No hay brisa que calme el dolor, no hay palabras que puedan con tanta verdad. Las miradas rehuyen, se asustan, se esconden.
Cambias de nombre y de vida, empiezas de nuevo sin haber dicho la verdad.

Y ellos siguen desaparecidos.

27 años pasaron de una fatídica tarde en la que tener un apellido extranjero fue motivo para sentir amenaza patente y quitarles la vida a dos niños que amaban vivir y jugar.

El uno era un niño de 13 años que estaba aprendiendo a vivir y el otro cumplidos 17 ya había empezado a soñar...

¿En qué cabeza sana cabe que dos niños eran una amenaza y debían desaparecer?

Enfermos con armas en las manos. Psicópatas con poder.
Asesinos con uniforme.
Demonios con sueldo estatal.

Callándose el uno al otro y olvidando decir la verdad.

Y la madre vive a diario su dolor indecible, y la madre de los niños muere a diario sin volverlos a abrazar. Y la vida no tiene sentido ni vuelve a brillar. Y la vida se vuelve un infierno y la mentira de todos es la tortura principal.

Y todos callan, esconden la mirada y se niegan a saber, y saben y se niegan a contar.

27 años esperándolos en casa y no los dejan regresar.

Y cada miércoles la plaza de la Independencia mira a Pedro Restrepo llorar a sus hijos como roble en la colina, firme y convencido de que vale la pena vivir y luchar hasta saber la verdad.

Y una hermana, sin hermanos, los busca casi casi sin saber dónde empezar. Y los recuerda por las voces y vídeos que la tecnología le conservó en el tiempo y se niega a callar.

Ella no puede soñarlos aunque quiera, él quisiera no despertar cuando los sueña para no perderlos ya jamás.

Ella, la madre, los halló ya. No están en casa pero juntos son hogar.

Y los malditos, los violentos y asesinos, los indeseables e inhumanos, la escoria que vestía de uniforme ya no los quiere soñar. Duele verlos cada día en pesadillas, odian ver sus rostros en el de sus propios hijos e hijas. Tragan amargo el tormento eterno de no poderlos olvidar.

Y aunque todos respiramos, no todos vivimos. Los unos desean la vida y la disfrutan a segundo seguido, los otros la quieren ver pasar.

Santiago y Andrés le salvaron la vida a tantas personas que vinieron después.  No lo saben. Nadie los debe olvidar.

La justicia también tiene mártires. La justicia también se cobra víctimas.

Que triunfe la verdad.

viernes, 16 de enero de 2015

Patria, tierra sagrada, de honor…

Duele saber que un día normal de la vida de Ecuador se vio empañada con tanta violencia y dolor.

Duele saber que las balas compradas con dinero del pueblo para defenderlo, se usaron para amedrentarlo, someterlo, asesinarlo.
Lastima saber que el incumplimiento del deber de cientos de uniformados puso en jaque al país y, tras mucho dolor, se mantiene en el silencio los resultados de aquella cruenta jornada  de violencia y destrucción.

Ofende saber que ese día se echaron al caño los millones de dólares invertidos en educar uniformados, en dotarles de herramientas para cuidar al pueblo y, mas aún, asfixia la impotencia de releer aquel fatídico día y saber que por la irresponsabilidad de algunos mandos medios que los movilizaron, de ministros y jefes que no cumplieron su papel de mediar y aclarar a tiempo las leyes tratadas, del mas alto jefe del estado que no venció su ego y prepotencia; el diálogo desapareció del diccionario del 30S y las calles se tiñeron de sangre y de dolor.

El pueblo contra el pueblo y sus líneas de defensa disparando contra ellos.

Por Dios juro, sagrada bandera…

Una revuelta policial, por reclamos de sueldos, se convirtió en un vía crucis para tantas personas lastimadas, vejadas, sometidas, asesinadas aquel día... Incluyendo al mismo presidente.
Cobardía. Esa es la palabra que me salta a la mente.

Cobardía del policía que aquel día rompió su juramento y maltrató al pueblo que le paga el sueldo, la comida, el estudio y le da trabajo
Cobardía de los jefes de destacamentos y comandos provinciales que prefirieron ocultarse y usar a los policías de tropa como carne de cañón en un reclamo que también era propio, pues eran quienes más “perdían”.
Cobardía de ciertos políticos que usaron el ambiente agitado para proclamarse dignos del respaldo popular y para “alzar la voz”, cuando normalmente callan esperando el momento para lucirse y despotricar. Falsos!
Cobardía de ciertos políticos en el poder que quisieron brillar sin medir los límites de un enfrentamiento ciudadano.
O ¿es que acaso, aquel día, algún cromo político “conocido”, cayó, al menos, herido o asfixiado en la calle?
No se puede llevar al ciudadano de a pie a enfrentar a una turba enardecida de hombres armados!!! Cobardes e irresponsables, porque al primer sonido de bomba lacrimógena corrieron con sus guardaespaldas, pagados por el pueblo,  mientras el ciudadano indefenso caía golpeado por una bomba, una piedra, una bala…

Romper el orden constituido, de haberse pretendido aquello, no es un delito tan grave como asesinar a una persona a quien juraste defender. Ni tiene comparación, ni tiene perdón.

Los responsables pueden esconderse, maquillar su versión, silenciar a sus testigos, esconder las balas, borrar los registros de los rastrillos policiales y militares de aquel día… Pueden escondernos la verdad, pero jamás callarán la voz de su conciencia. Malditos!

Patria, tierra sagrada, de honor…
¿Se aprendieron las lecciones de aquel cruento día?
¿Cómo es posible que alguien, sin poder, use a policías, de varios rangos, en servicio activo para orquestar un golpe de estado y que la inteligencia que te protege, como gobernante máximo, no lo sepa ni te prevenga de aquello? ¿O no los escuchaste?
¿Cómo intentas dialogar con un grupo amotinado y armado? ¿Cómo te diriges a ellos con gritos y los ofendes con tu bravuconería y esperas sumisión y respeto?
No te puedes subir al balcón después de un día tan difícil para el país y seguir con los gritos y las amenazas. NO!

Y no, no se puede gobernar con prepotencia. Mano firme sí, Prepotencia no. No son lo mismo. Pero quizá él nunca lo entenderá.



miércoles, 17 de diciembre de 2014

Sed

Amanecí perdido, sin saber dónde estaba.

Tenía sed y mis manos estaban cansadas. No entendía la razón de tal cansancio, había dejado la guitarra hace días.
¿Y la sed? Quizá se me venía atrasada, la caminata nocturna me deshidrató o ¿era sólo una necesidad puramente humana? Después de todo, esto de vivir a veces nubla la conciencia y, de paso, las ganas.
Las ganas de seguir siendo, de pretender que somos algo, o alguien, o que somos…

No he escrito hace años, se me nota. La sencillez de las palabras demuestra que ando perdido, que esa esencia que creía mía se me escapó con el color que las letras fueron perdiendo por el paso de los años…
No fue un libro, apenas unos cuentos y algunas rimas… Decir que hice poesía, sería como pretender pertenecer al Olimpo, sin siquiera saber dónde se halla.

¿Son los dioses los que definen nuestras búsquedas o acomodamos a los dioses según nuestra conveniencia y nuestras batallas?

Tengo sed, sigo cansado, mis manos no sostienen ni ese vaso que me ofrece ahora el hada. Debe ser un hada, recuerdo que me acosté solo, hace tiempo que no tengo quien me venga a hacer compañía, hace tiempo que no sé lo que es cargar con alma.

Y tengo prisa, ese nudo en la garganta que me espanta. Ese tener que salir corriendo hacia algún punto distante, sin recordar porqué, cómo, a dónde, ni nada…

Me da de beber cómo a un herido en la batalla, refresca mis labios y me quema el alma. Ese aroma no me es perfecto. Algo pasa. Mi mente reescribe ese aroma, pero aún así no le hallo punto de partida en mis ganas. Toma mi cabeza como a soldado caído, necesitado de ayuda, de descanso, de una cama…
Veo bien, no es el desierto, no estoy perdido, es mi casa. Ahí está la “tele”, y mis posesiones, todas regadas, algo roídas por el uso pero mías.

Habia oido de agua fresca, del milagro en la botella que reaviva nuestras ganas de vivir… me acordé de “127 horas” y lo vital que es no desmayarse en la batalla…
Qué coincidencia para rara,  el protagonista tiene una mano aplastada por la roca, en una quebrada en el desierto… yo estoy quebrado, sin saber porqué... con sed y mis manos no responden. Ni las siento casi…

Perdí el conocimiento y vuelvo ahora a reaccionar. Quién sabe cuanto tiempo ha pasado. Así he sido este tiempo, sobreviviendo a mis sueños, o mejor, sin pensar en ellos.

Ella sigue a mi lado, no ha dicho palabra, le pregunto quién es y sonríe. Intenta hablar pero se le callan las palabras. Insisto en mi pregunta y ella me muestra sus manos, mi nombre está escrito en sus manos, reconozco mi nombre, se quién soy…

Silencio profundo. Mi cabeza se aclara. La garganta se me vuelve un nudo nuevamente. Otro vaso de agua…

Siento mis manos, me duelen, me coloco los lentes y las miro… Es mi nombre tatuado con una pluma de esas que usan los caballeros, las que escupen tinta, las que, literalmente, graban.

Soy. Ella es. Mi nombre en sus manos, sosteniendo las mías... me devuelve la conciencia, las ganas, el alma…