sábado, 28 de octubre de 2017

Sed, de ser.


Sed, de que las noticias me traigan sonrisas de niños felices, campesinos que no huyen de la pobreza, madres que no mendigan el pan de sus hijos a un tipo que les llenó de te amos la cama y los abandonó por otro cuerpo extraño.

Sed, de miradas firmes, de manos que aprietan sin cruzar dedos tras la espalda. Sed de sueños que se rompen cuando el cascarón da paso a la felicidad del reto cumplido.

Sed, de ser.

Sed, de que la mente de la gente sea su mayor espejo, la fuerza motriz de sus acciones, y la cárcel para sus pendejadas y mentiras.

Sed, de que las palabras no siempre se vuelvan piedras lanzadas sin más y de que las balas sean de algodón de azúcar que, en lugar de arrancar vidas, eleven suspiros, de esos que cosecha Cupido un día al año, un maldito día al año.

Sed, de ser.

Sed de que el único daño que nos hagamos, como humanos, sea el de abrazar demasiado fuerte o dislocarnos la mandíbula de tanto reír. Sed de felicidad.

Sed de felicidad, de la buena, de la que es espuma de bañera y copa de vino al filo de sus labios.


Sed, de ser mejores humanos.

jueves, 9 de marzo de 2017

El cuarto oscuro...

Los sentidos nos comunican con el mundo que nos rodea.

De cuando en cuando algún sentido nos falla, por enfermedad o condiciones del entorno, y parte de nosotros no sabe cómo reaccionar. Ver, sentir, saborear, escuchar y olfatear son parte de nuestra esencia comunicativa. A veces más, a veces menos.

Con el avance tecnológico, las redes sociales y plataformas de comunicación impersonal han promovido que ciertos sentidos sean más necesarios que otros, ver y escuchar es básico. El tacto se ha reducido al mero hecho de teclear con mayor velocidad, y casi sin reflexión, textos cortos en reacción inmediata, simultánea y, muchas veces, demasiadas creo, intrascendente.

Todos tenemos algo que decir, y a veces tenemos que decir algo, aunque no nos competa o no estemos calificados y es que, el hecho comunicativo nos desborda. La información abunda, falsa o cierta, pero abunda. Y reaccionar se ha vuelto tan viral como la noticia misma. Y si la noticia es falsa, la reacción también lo es, incluso si tenemos la mejor de la intenciones o el mejor de los juicios, una intachable definición de principios o una colección inagotable de conocimientos. Si la noticia es falsa, todo lo que deviene a continuación lo es.

En el hecho comunicativo como encuentro de realidades personales, hay un espacio común de ideas, juicios, conceptos, valores, principios, etc. que se discuten con la altura necesaria, con los argumentos requeridos, con el apasionamiento animal que nos define, pero, por sobre todo, con la racionalidad equilibrada de quien descubre en el interlocutor a un alguien real.

Las redes sociales son un cuarto oscuro donde se revela, cual fotografía antigua, lo que cada persona quiere mostrar en realidad. La fotografía se tomaba su tiempo, pasaba por varios filtros, exigía paciencia y constancia, era un arte la revelación.

Opinar en redes sociales puede convertirse en un arte si se hace como en el proceso fotográfico, con los filtros necesarios, con los tiempos adecuados, con las herramientas suficientes.

Si bien es cierto, nuestros sentidos al contacto con las redes sociales no se ven completamente involucrados, sin embargo, no hemos dejado de ser lo que somos: animales racionales. Y ella, la razón, debe primar antes que los instintos, analizar antes de escupir un comentario "impersonal" y parcializado.

Puedes tener un avatar real, mostrar tu mejor perfil o puedes ser un personaje ficticio con una careta virtual. Detrás de tus comentarios, como en la fotografía no revelada todavía, se esconde lo que realmente eres, lo que piensas, cómo actúas y los principios y valores que tienes y demuestras, o no.

Para opinar en redes sociales nos falta tacto, ese sentido que no consiste en solo teclear con bravura y convicción. Si tus manos descubren que el tobogán de la piscina está hecho de papel lija, tú no entregas tu cuerpo a ese desastre inminente, tu razón te dice que no, que te abstengas.

Un poquito más de tacto, por favor.

martes, 20 de diciembre de 2016

Nankits

Dudas. Mil dudas. Y otras tantas preguntas sobre lo que sucede allí donde la selva empieza a tomar nombre, color y forma. Donde la selva se llama Shuar y los Shuar, a veces, han sido obligados a dejar de llamarse selva.
Ecsa! Una mala palabra y no en idioma shuar sino en inglés con acento chino.
Y aquí me empiezan las dudas... hace 10 años.
El gobierno afirma, sin duda de por medio, que los terrenos que hoy provocan enfrentamientos en Nankits y en Panantza, son zonas no ancestrales, terrenos de colonos invasores a quienes una compañía extranjera se los compró a un módico precio sin márgenes de negociación.
Si Ecsa compró los terrenos hace 10 años, los testimonios escriturales deben decirlo, tan claramente, que no hay motivo alguno para la lucha.
Pero...
¿Quién los vendió?
¿A cómo se los compraron?
¿Sabía la gente que esos terrenos eran una mina de casioro y que necesitaban los mismos para sembrarles muerte y extraer cobre?
¿Sabían los chinos el valor futuro de la inversión que hacían?
¿Protegió el gobierno los intereses de los propietarios de las tierras en la negociación o permitió que el capitalista salvaje imponga sus condiciones?
Si hace 10 años los negocios estaban cerrados...
¿Por qué hay gente a la que le están entregando cheques a la fecha?
¿Por qué tumban, ahora, iglesias y viviendas para dar paso al proyecto o sus vías?
Y siguen las preguntas y las dudas...
La noche que los "paramilitares disfrazados de ancestrales" se tomaron el campamento en Nankits con "armas y pólvora", ¿por qué enviaron policías sin protección suficiente para intentar desalojar a los "invasores"?
¿Por qué no esperaron refuerzos para evitar bajas sensibles como las del policía ecuatoriano José Luis Mejía Solorzano?
¿Qué equipos de protección llevaba el joven uniformado?
¿Qué órdenes recibieron y quién las dio?
¿Por qué no llamaron al diálogo con los "invasores" para conocer sus reclamos y esperar a que aclare el día para solucionar el conflicto?
¿O es que acaso la muerte es la única forma de solucionar un conflicto en este país?
¿Cuándo nos volvimos tan violentos?

jueves, 8 de diciembre de 2016

Auch!

Cuatro minutos con 38 segundos dura la melodía que, últimamente, ha generado más comentarios en redes sociales sobre feminismo y machismo que las campañas de la ONU y las marchas contra toda forma de violencia de género.

Le pertenece, la canción, por decirle de alguna forma a esa retahila de sucios versos, a una estrella mediática de un ritmo urbano, bastante flojo en cuanto a durabilidad histórica, pues jamás el trap o el reguetón servirán de referencia para que una orquesta sinfónica les rinda un tributo. Es moda, pasajera y bastante superficial, como casi todo desde que los smartphones caducan a los 11 meses.

El ritmo es malo. Punto.

La letra, eso ya es otro cantar, aunque de cantar tiene muy poco, mejor pegue tiene el discurso del típico vendedor de chicles del bus, ese que recién salió de prisión y no quiere matar a nadie, solo pide que le colaboren para comer algo.

Cuatro minutos y 38 segundos tuve que torturarme para escribir esto, aunque los primeros 30 segundos fueron suficientes. Maluma, cual genio de cuento, quiso frotar un tema espinoso para ver si así consigue más premios, seguidoras y placeres comprables. Mal no le va, justamente, mucho se habla del tema y su letra, lo cual le da publicidad, de la mala, pero le da.

*al mercioco también le funciona*

Y sí, la letra es denigrante para la sociedad, la humanidad y el género femenino. Pero también ejerce la misma presión negativa sobre el hombre y sus valores, o al menos, sobre los hombres que sí queremos tener valores y vivirlos en una sociedad medianamente sensata y respetuosa.

El respeto es lo primero, en cualquier relación personal: laboral, de amistad, de amor, afecto y, me atrevo a decirlo, hasta en las que sólo tienen como base común el sexo. Y es que, comprar y vender es una actividad humana, nadie, en sus cabales sale a la calle a tirarle dinero en la cara al otro para que le venda algo. Y Maluma hace eso con su último "éxito", salir a gritarle a la gente, hombres y mujeres por igual, que le sobran recursos para comprar placeres al precio que le pongan, desde un yate hasta un premio, desde una disquera hasta una mansión. Como dije, nadie en sus cabales sale a hacerlo de esa manera. Y lo sostengo.

Pedirle respeto a Maluma es como pedírselo a Trump.  A ninguno de los dos le hizo falta para llegar a la cima, y, en el caso de Trump, recién empieza el juego.

Prohibir la canción del artista no ayudará a mejorar las condiciones del género femenino en nuestra sociedad, donde el machismo y sus raíces todavía tienen cabida cual cacería de trofeos para añadir a la colección. Qué mas da si son 4 babys o son 100. Lo importante es tener una galería de la cual presumir.

Por el contrario, forjar una cultura de respeto íntimo en nuestros niños y jóvenes sí nos ayudará a que, como sociedad, exijamos cierta calidad en el lenguaje y en el ritmo, antes de darle sonido y audiencia a cualquier musicalización de sucios versos.

Escuchar esa canción es como subirte al trole y manosear a cuanta mujer se te cruza y esperar que te aplaudan por ello. Nadie en sus cabales lo haría.

Yo no.

P. d. Cada vez que una señorita sube un video haciendo twerking a sus redes sociales, le hace tanto daño al feminismo como la canción mencionada.

martes, 29 de noviembre de 2016

Chapecoense, campeón.

Y ¿qué es la vida, si al final, su hermana, la muerte, nos espera a todos, de camino a la eternidad?
A veces la vida es  solo un susurro, unos minutos en una termocuna y lágrimas por lo que pudo ser. Una vida que no crece duele tanto que marca la de muchos, a su alrededor, sin siquiera haber logrado sonreír una vez.
Otras, la vida es un contar, casi aburrido, de años y sonrisas, de batallas y dolores, de pérdidas y silencios. Y al final, la tumba fría cuenta cómo se la vivió, resumiendo, una vida entera, en una frase que alguien mira al pasar.
A veces, la vida termina abruptamente, en un terremoto, con un coche bomba, en medio de una guerra sin razón, en un asalto a mano armada… y con la sangre haciéndose tierra, las lágrimas se mezclan con gritos de dolor, angustia y desesperación. Y muchas veces esos nombres se hacen olvido porque nadie queda para recordarlos y volverlos a vivir.

Porque la vida a veces duele a desaparición.

Más hoy, es un equipo de gente de otro país, deportistas con una camiseta en el hombro y sobre ella el sueño de miles coreando una canción: “Campeón”. Así, como un sueño, como un deseo inconcluso, como la vida misma, cuando uno gana y el otro pierde, cuando uno vive y el otro muere.

Chapecó es una ciudad perdida en el mar de ciudades que no conoceremos nunca, ni de nombre, que no nos suenan a nada. Pero hoy, ese nombre nos duele, hace que nuestra alma vibre y duela, porque nos cuenta historias de jóvenes que, persiguiendo un balón ansiaban la gloria, levantar una copa y colgarse una medalla que les cuente a sus hijos de una hazaña venida de abajo, sin bulla exagerada y sin demasiada pretensión. Una medalla que los haga sonreír, más de una vez, mientras siguen viajando por la vida y la memoria, por el hoy vivido con sabor a dulce ayer…

Hoy, el idioma del fútbol se olvidó de los colores, de la fama y de la gloria efímera de un partido que muchos de nosotros no habríamos visto porque no nos importaba. Hoy la vida nos recuerda que perseguir la gloria no nos debe hacer olvidar que todo tiene un final.

Y quizá no podamos pronunciar sus nombres y no sabremos, de seguro, cómo duelen esos nombres en los labios de sus madres, de sus hijos, de sus padres, de sus esposas, de sus hinchas. Nos rodará una lágrima como homenaje al sueño, al deseo de vivir, a la entrega de unos desconocidos que volaban y no quisieron aterrizar.

Las alas de su avión se los llevaron a la gloria eterna, esa que sabe a alegría, a paz, a recuerdo y sueño cumplido. La gloria de los nombres que no se pueden pronunciar pero que no se olvidarán.

Hasta ayer no los conocíamos, no nos llamaban la atención. Hoy nos duelen como todos aquellos que caen en desastres, guerras y tragedias. Porque la vida, de vez en cuando, nos recuerda el valor de cada persona y no necesita de nombres, nacionalidad, color de piel ni cuentas de banco para mostrarnos cuánto vale cada uno.

Vivan siempre en la memoria de sus familias y de sus amigos, en la garganta rota de sus hinchas y en los cánticos de alegría. En nuestro respeto profundo.

Chapecoense, para siempre, de la vida, campeón

viernes, 18 de noviembre de 2016

Desde la azotea

Hay ciudades y gente, minúsculos transeúntes haciendo de la calles un camino, un destino y un sinsentido.

Hay ciudades que, a la carrera, forjan progreso, crean riqueza, mueven dinero... Ciudades progreso.

Hay ciudades pequeñas, pausadas, pasmadas en el hilo del tiempo, ciudades ancianas de 400 años  o más que se sientan todo el día a la sombra de una palmera y ven la vida pasar. Cuchichean y bromean. Ciudades chisme.

Las hay jóvenes y ambiciosas, que se maquillan cada mañana y se vuelven tentación para todo mortal. Ciudades lujo, ciudades estrella fugaz. Porque, para pedirles un deseo, hay que pagar.

Y cada una devora gente, la enferma, la vuelve estéril, la invita a vivir con sed y a querer más, siempre más. Nacen unos, mueren otros, pueblos fantasmas, junglas de cristal.

Jaulas de acero, peleas de perros por despuntar y ganar más. Ciudades bulla...

Pero desde acá, desde la azotea, a varios metros del asfalto agrietado y sucio, todo parece engranado, girando a su ritmo, bailando una balada vital. Ellos van y vienen, ellas se roban las miradas de los que vienen y van. Todos buscan un algo, una fe en que creer y por la cual luchar.

Parques sin miedo, parasoles para ganarle al sol unas horas de alegría, cervezas frías, gritos errantes, noches de lujuria, gritos de miedo, histeria, placer, terror, angustia... Silencio matinal.

Desde la azotea, la calma, sin vida, sin muerte. Correteo y paz.


jueves, 22 de septiembre de 2016

La Bestia!

Despertó en el fondo de una quebrada oscura y fría. No recordaba sus órdenes ni la misión encomendada, de hecho, no recordaba quién era ni porqué estaba ahí. Ante la falta total de luz, empezó a revisar sus bolsillos para ver si tenía algo con qué alumbrar las entrañas de aquel agujero y tratar de ubicarse.

Alzó la vista hacia lo que él creía era el vasto universo y sólo halló silencio y soledad.
Ni siquiera podía distinguir sus manos. Al cabo de un rato descubrió que tenía una mochila que le servía de almohada. La abrió poco a poco y una sonrisa se le dibujó en el rostro. Había una botella con agua, la abrió y bebió sorbos cortos, como si fuera vino, como si quisiera adivinar en qué cava había sido fermentado.

Halló también un par de barras de luz química y sintió como si descubriera una mina de oro. Aunque no hizo falta encenderlas, de pronto y tras un bramido ensordecedor, una luz potente y cegadora recorrió aquel otrora oscuro firmamento. Se acurrucó lo que más pudo pues se sintió rastreado ante el avance de aquella mirada y recordó, inmediatamente, que había estado en misión secreta cuando resbaló por una quebrada, en el trayecto perdió el casco de combate y se golpeó la cabeza. Lo demás era recuerdo reciente, despertarse, la oscuridad, el silencio...

No todo era mala suerte, con el resplandor aquel, que ahora había cesado, logró avistar su casco y su arma que estaban a escasos metros de su escondite. Empezó a caminar guiado por la tenue luz química y cayó en un charco de aguas putrefactas... o quizá era sangre de aquella bestia extraterrestre y, aunque no lo recordaba, quizá en su caída la hirió mortalmente y por eso la luz cegadora lo buscaba.

El bramido nuevamente y la luz una vez más iluminó aquel valle oscuro. Ahora pudo divisar mejor el corazón de aquel ser extraño. Sin duda no era de este planeta. Tenía las entrañas llenas de basura y restos de lo que, parecía ser, esqueletos de habitantes de lejanas galaxias.

Pero no, él no se convertiría en un esqueleto abandonado en aquel valle mortal. Buscó una ruta de escape y la dibujó en su mente. Su largo entrenamiento lo había preparado para estos casos. Preparó una carga explosiva y la plantó en lo que parecía ser el corazón de la bestia. Acto seguido avanzó guiado por el mapa mental que había bosquejado y evitando hacer mucho ruido para no ser descubierto.

¿Qué sería del resto de su batallón? ¿acaso algunos de ellos habían sido devorados? ¿debería buscar las insignias de ellos para llevárselas a sus familias? Pero, ¿cómo? era inmenso el estómago de la bestia y él no lograba distinguir una cosa de otra.

Elevó una plegaria por sus amigos caídos en combate, o, mejor dicho, porque no hubieran caído y estuvieran luchando desde fuera, esperando por él. El ruido volvió, aunque esta vez era distinto, menos fuerte, pero más cíclico, como quien carga una ronda de balas y las dispara a discreción.

¡Quién vive!, se escuchó gritar cuando vio un par de tenazas acercarse hacia él, quizá era un mecanismo de defensa de la Bestia, preparó su fusil y aguardó a tenerlas más cerca para contraatacar. Fijó el blanco y contuvo la respiración, jamás reparó en las que venían por sus 6...

-Listo señora, este soldadito de juguete estaba obstruyendo el sistema de impresión, debe tener más precaución.
-Mira mamá! es el coronel Travel. Ha regresado de su misión a las entrañas de la Bestia. Lo debo condecorar!!!