Qué bueno era poder dormir hasta 5 minutos antes de emprender un viaje de 15.000 km y saber qué llegarás 4 minutos antes a la reunión, allá, del otro lado del mundo.
Aún así, Sebas sabía que su juego de luchar contra el tiempo y el despertador, en algún momento, le costarían una fuerte suma como multa por llegar tarde. ¿Excusas? no se aceptaban. Y como no descubriera una forma de doblar el tiempo, al estilo Einstein, y usar un agujero de gusano para viajar en el tiempo, pues...
Todavía recordaba los viejos aeropuertos, esas moles de acero y aluminio surcando el firmamento a velocidades “increíbles”, no podía olvidar que cada vez que iba a subir a un Airbus encendía su viejo LED, unas horas antes, para ver esos accidentes aviatorios explicados al detalle por Discovery y pensar en poder aterrizar un avión en caso de que al piloto se le soltara un cable en el cerebro, aún cuando no había querido aprender a manejar ni la bicicleta, por temor al vértigo.
Y se vuelve a reír mientras su vestimenta de nanofibras se encarga de la ducha tempranera. Cuánto añoraba el agua tibia en la ducha, agua, ese tesoro que ya casi nadie poseía en cantidades libres.
Antes de presionar el botón de “viaje programado” repasa sus líneas en inglés, japonés, chino y aurobio, ese loco idioma usado por los empresarios para explicar sus conceptos de mercado. Total, el implante del administrador de multilenguaje no le había salido tan caro.
Sonríe al recordar que la planta productora de ellos y la patente UNIVERSAL le pertenecía. Había que lidiar con los “inventores de bajo presupuesto” que desarmaban los equipos de alta tecnología y luego les hacían réplicas “exactas” con materiales 100 veces mas baratos, pero inigualablemente menos durables.
Ja! Una cosa era comprar un iMind a mitad de precio de un productor “independiente”, otra meterte un chip en el cerebro que tenía residuos de plomo y cobre, había que estar loco…
RAYOS! T-2m. Toma su comunicador móvil, la tarjeta de acceso y los coloca en el área de carga del transportador UNIV02.
Ajusta su respiración a la recomendada por el impulsador de partículas y, listo, a comer kilómetros a la velocidad de la luz.
Una vez más, a tiempo y sin tener que hacer escala en ningún sitio.
miércoles, 2 de marzo de 2016
martes, 2 de febrero de 2016
En época de crisis, ¿se debe cerrar la llave?
Crisis, alto endeudamiento, incapacidad de pago, iliquidez... llámele como quiera, pero en la calle la gente sabe que Ecuador es un país en crisis, que el gobernante de turno no sepa de economía es otra historia y que le guste maquillar cifras es cuestión de photoshop socialista.
No ahondemos en la crisis que no es crisis, pensemos en la irresponsabilidad del actual mandatario en 3 campos:
1. Endeudamiento.
Con un valor de deuda externa e interna que se acerca al límite constitucional permisible, al siguiente mandatario se le vendrá la época de vacas muertas, porque el actual mandatario está vendiendo el pellejo de las vacas flacas para sostener su sistema clientelista de desarrollo socialista. Modelo en el cual, como en Cuba, sólo viven bien los que ganan bien y cantan en la tarima del poder. El pueblo conoce al hambre tanto que a diario la invita a cenar...
El economista, debió frenar la deuda interna con los proveedores impagos dejando de contratar obras nuevas y dando liquidez y agilidad a las obras en proceso. Total, son nuestros impuestos los que generan progreso en el país, no la revolución ciudadana.
¿Quién tiene más derecho a cobrar por su trabajo sino aquel que ha cumplido con sus obligaciones tributarias, laborales, contractuales? Que no te paguen por tu trabajo efectuado bajo cumplimiento de obligaciones es estafa y que te pidan paciencia luego de la abundancia de recursos es desvergüenza total.
La deuda externa, bajo pre contratación petrolera en época de barriles flacos y a pérdida, es una jugada de ajedrez demasiado peligrosa, entregar a tu reina para liquidar a un peón en terreno del rey contrario y sin hacer ni siquiera Jaque.
Queda claro entonces porqué al brillante economista coleccionista de Honoris Causa sólo se le ocurre empeñar la tarjeta de crédito cuando se queda sin trabajo en lugar de recortar gastos, ahorrar en lujos, dejar de desperdiciar recursos en fin. Brillante, claro, digno de otro Honoris Causa o dos o tres, ya puestos en ello.
Rafael Vicente, deja de contratar obras y deuda, limítate a administrar las obras previamente contratadas y que debes cancelar a tiempo. Para eso también te pagamos el sueldo que no devengas.
2. Empleo
Si contratas personal para que trabaje en una empresa y esos empleados no tienen nada que hacer, con toda seguridad la empresa quebrará o, al menos, perderá competitividad en el mercado, declarará pérdidas económicas y elevará los costos de producción y venta.
¿Qué sentido tenía engordar el aparato estatal con personas de las que puedes prescindir de la noche a la mañana sin verte afectado en tu productividad? Claro, nunca has manejado una empresa ni has creado un empleo, lógico que no sepas de qué te hablo, economista de tablero de ajedrez. Porque, para llenar plazas con peones bien pagados, hace falta sólo dinero, ni creatividad necesitas. Empero, cuando la abundancia quiebra y ya no necesitas fuerzas de choque, es fácil prescindir de plebeyos sin peso político, de peones sencillos y sin más aspiración, desde tu posición de rey, que la de llegar a fin de mes a cobrar un sueldo que los ayude a bien vivir.
Está claro, clarísimo, que no necesitabas tanta gente, sólo era una estrategia de campaña, lástima que durara 9 años, demasiado tiempo, incluso, para el mejor gobernante de este lado del hemisferio.
Un apunte adicional, si a cada asambleísta y ministro le limitabas el sueldo a $2.000 jugosos dólares mensuales, habrías sostenido, por cada uno a, al menos, 3 personas con sueldos de $800. Bien valía que aplicaran algo de socialismo y solidaridad revolucionaria con quienes hasta ayer comulgaban con tus sabatinas y hoy, sin trabajo, ya no te sonríen ni aplauden. Multiplica esos números, no es tan difícil.
Y es que la adulación pagada brilla tanto como el oro, pero al primer raspón se muestra negra y tibia.
3. Productividad y oportunidades
El sistema económico en que vivimos no es el mejor, claro está, ni es el más justo, claro también. Pero, al menos, nos permite cierta libertad de acción, de emprendimiento y de desarrollo personal y empresarial. Que unos pocos abunden en riqueza y una inmensa mayoría se ahogue en la pobreza es cuestión de leyes. Esas leyes que se dictan desde Carondelet y que no han cambiado casi nada la realidad del país.
Mientras una ley limita la participación de los empleados en las utilidades de la empresa en que laboran, no hay ley que limite el gasto en super sueldos de ministros, asambleístas, secretarios, subsecretarios, pro secretarios, requetesecretarios y así, una larga fila de nombres y números.
Habiendo utilizado algo más de 200.000 millones de dólares en tu gobierno, sería genial conocer, cuánto se invirtió en producción y creación de multiempresas solidarias donde el pueblo que amanece a las 5:00 al campo y se acuesta a las 19:00 bajo el frío del páramo y la pobreza, ya no es empleado sino empresario, ya no es peón sino socio accionista, ya no se debe al intermediario que lo explota sino que comercia directamente en los mercados con sus conciudadanos de terno y corbata.
Sostener a 2 millones de personas bajo un bono sin oportunidades de nueva vida no es progreso ni solidaridad, ni revolución ni socialismo antipelucón. A eso se le llama pobreza.
Y de corrupción no hablaremos por ahora, ya bastante me duele la úlcera.
Un Ecuatoriano Inconforme.
No ahondemos en la crisis que no es crisis, pensemos en la irresponsabilidad del actual mandatario en 3 campos:
1. Endeudamiento.
Con un valor de deuda externa e interna que se acerca al límite constitucional permisible, al siguiente mandatario se le vendrá la época de vacas muertas, porque el actual mandatario está vendiendo el pellejo de las vacas flacas para sostener su sistema clientelista de desarrollo socialista. Modelo en el cual, como en Cuba, sólo viven bien los que ganan bien y cantan en la tarima del poder. El pueblo conoce al hambre tanto que a diario la invita a cenar...
El economista, debió frenar la deuda interna con los proveedores impagos dejando de contratar obras nuevas y dando liquidez y agilidad a las obras en proceso. Total, son nuestros impuestos los que generan progreso en el país, no la revolución ciudadana.
¿Quién tiene más derecho a cobrar por su trabajo sino aquel que ha cumplido con sus obligaciones tributarias, laborales, contractuales? Que no te paguen por tu trabajo efectuado bajo cumplimiento de obligaciones es estafa y que te pidan paciencia luego de la abundancia de recursos es desvergüenza total.
La deuda externa, bajo pre contratación petrolera en época de barriles flacos y a pérdida, es una jugada de ajedrez demasiado peligrosa, entregar a tu reina para liquidar a un peón en terreno del rey contrario y sin hacer ni siquiera Jaque.
Queda claro entonces porqué al brillante economista coleccionista de Honoris Causa sólo se le ocurre empeñar la tarjeta de crédito cuando se queda sin trabajo en lugar de recortar gastos, ahorrar en lujos, dejar de desperdiciar recursos en fin. Brillante, claro, digno de otro Honoris Causa o dos o tres, ya puestos en ello.
Rafael Vicente, deja de contratar obras y deuda, limítate a administrar las obras previamente contratadas y que debes cancelar a tiempo. Para eso también te pagamos el sueldo que no devengas.
2. Empleo
Si contratas personal para que trabaje en una empresa y esos empleados no tienen nada que hacer, con toda seguridad la empresa quebrará o, al menos, perderá competitividad en el mercado, declarará pérdidas económicas y elevará los costos de producción y venta.
¿Qué sentido tenía engordar el aparato estatal con personas de las que puedes prescindir de la noche a la mañana sin verte afectado en tu productividad? Claro, nunca has manejado una empresa ni has creado un empleo, lógico que no sepas de qué te hablo, economista de tablero de ajedrez. Porque, para llenar plazas con peones bien pagados, hace falta sólo dinero, ni creatividad necesitas. Empero, cuando la abundancia quiebra y ya no necesitas fuerzas de choque, es fácil prescindir de plebeyos sin peso político, de peones sencillos y sin más aspiración, desde tu posición de rey, que la de llegar a fin de mes a cobrar un sueldo que los ayude a bien vivir.
Está claro, clarísimo, que no necesitabas tanta gente, sólo era una estrategia de campaña, lástima que durara 9 años, demasiado tiempo, incluso, para el mejor gobernante de este lado del hemisferio.
Un apunte adicional, si a cada asambleísta y ministro le limitabas el sueldo a $2.000 jugosos dólares mensuales, habrías sostenido, por cada uno a, al menos, 3 personas con sueldos de $800. Bien valía que aplicaran algo de socialismo y solidaridad revolucionaria con quienes hasta ayer comulgaban con tus sabatinas y hoy, sin trabajo, ya no te sonríen ni aplauden. Multiplica esos números, no es tan difícil.
Y es que la adulación pagada brilla tanto como el oro, pero al primer raspón se muestra negra y tibia.
3. Productividad y oportunidades
El sistema económico en que vivimos no es el mejor, claro está, ni es el más justo, claro también. Pero, al menos, nos permite cierta libertad de acción, de emprendimiento y de desarrollo personal y empresarial. Que unos pocos abunden en riqueza y una inmensa mayoría se ahogue en la pobreza es cuestión de leyes. Esas leyes que se dictan desde Carondelet y que no han cambiado casi nada la realidad del país.
Mientras una ley limita la participación de los empleados en las utilidades de la empresa en que laboran, no hay ley que limite el gasto en super sueldos de ministros, asambleístas, secretarios, subsecretarios, pro secretarios, requetesecretarios y así, una larga fila de nombres y números.
Habiendo utilizado algo más de 200.000 millones de dólares en tu gobierno, sería genial conocer, cuánto se invirtió en producción y creación de multiempresas solidarias donde el pueblo que amanece a las 5:00 al campo y se acuesta a las 19:00 bajo el frío del páramo y la pobreza, ya no es empleado sino empresario, ya no es peón sino socio accionista, ya no se debe al intermediario que lo explota sino que comercia directamente en los mercados con sus conciudadanos de terno y corbata.
Sostener a 2 millones de personas bajo un bono sin oportunidades de nueva vida no es progreso ni solidaridad, ni revolución ni socialismo antipelucón. A eso se le llama pobreza.
Y de corrupción no hablaremos por ahora, ya bastante me duele la úlcera.
Un Ecuatoriano Inconforme.
lunes, 18 de enero de 2016
El necio que no quiso rectificar...
Ecuador va cerrando una década marcada por la polarización, el enfrentamiento y los insultos de cada sábado. Una década en la que la clase política desapareció del mapa, incapaz de hacer frente al vendaval de la revolución de Correa. revolución que inundó todos los medios, y por todos los medios posibles, la vida, el pensamiento, la economía, el lenguaje, la cultura, las redes sociales y todo aquello que tiene con ver con el día a día de la vida de los ecuatorianos y ecuatorianas.
La abundancia de recursos financieros provenientes del petróleo y sus años de dorado esplendor junto con la enorme deuda pública contratada por varios mecanismos y a costos de intereses demasiado altos, según muchos especialistas y analistas, crearon el marco perfecto para pintar un cuadro impresionista de la otrora "banana republic" que daba paso a una sociedad capaz de ser el jaguar de latinoamérica, la punta del iceberg del crecimiento económico, la punta de lanza de un proyecto revolucionario capaz de darle vida digna a todas y todos... Pero el cuadro terminó siendo una maltrecha obra de garabatos sin concierto que nadie quiso comprar, que pocos comprenden y que casi nadie quiere llevar a cuestas, porque pesa mucho, se entiende menos y vale muy poco... Una burbuja de jabón.
"Ahorramos gastando e invirtiendo", dice el economista, pero lo que no dice, quizá porque no sabe la respuesta, es el cómo vamos a encarar los siguientes 5 años de la historia económica de Ecuador.
Justo ahora que la crisis golpea a todo aquel que ha invertido en su país, que cree en el futuro de su patria, que sueña con dejarle una herencia de tranquilidad a sus hijas e hijos, justo ahora, las vacas flacas vienen a golpear a la puerta y nos encuentran sin reservas ni ahorros.
Y sin embargo, el gobierno, en lugar de reconocer el absurdo error de no ahorrar en medio de la bonanza y aplicar políticas firmes de ahorro, sigue generando deuda con obras mal planificadas, sin financiamiento serio y negociando con nuestras materias primas a precios irrisorios y, como sucede con el petróleo, nos cuesta más venderlo que dejarlo enterrado.
Y en los interminables discursos de los sábados la cantaleta sigue siendo la misma: somos los buenos y somos más, los pesimistas son los malos y no saben nada, son menos y no hay que escucharlos. los opositores son los culpables de la crisis económica de la patria porque apoyaron el feriado bancario del año 2000, porque fueron parte de esos gobiernos nefastos, porque se vendieron a la derecha internacional y a sus oscuros intereses...
Pero, me pregunto, cansado de escuchar el mismo sonsonete discursivo, ¿acaso esa partidocracia vendida, la oposición mediocre, los ambientalistas infantiles, los inconformes con todo, han gobernado estos últimos 9 años el país? ¿Acaso ellos contrataron las innumerables obras que hoy están paradas, con pagos pendientes, con dudosa calidad de materiales, con presupuestos que sobrepasan los originales siempre, obras que no tenían estudios serios, adecuados, técnicos? ¿Acaso ese grupito de mediocres vendepatria contrataron la deuda con China que ahora no sabremos pagar pues el barril de crudo se está valorando en $4 menos de lo que nos cuesta extraerlo? ¿Acaso ellos contrataron con sobreprecio las ambulancias, los helicópteros caídos, los radares que nunca llegaron? ¿Será que la oposición y los inconformes, como yo, son quienes cobraron coimas millonarias en nombre del actual gobierno por obras deportivas o por un sistema de agua que, en 9 años, no han podido construir?
"El pasado no volverá" grita flexionando la voz para ridiculizar a esos que nunca han ganado elecciones. Esos a quienes ha derrotado tantas veces como Honoris Causa ha recibido.Y es que él es un campeón en la arena del yoísmo, la parafernalia verbal, los sincronismos imaginativos, las revoluciones de papel, los secuestros lacrimógenos...
Y el gobierno de Correa se irá, se irán las fiestas revolucionarias y las plazas llenas, los buses repletos, las banderas verdes, su sonrisa burlona, sus desplantes petroleros, los supersueldos y las mayorías aplastantes. Se irá inaugurando obras por doquier durante el año electoral en ciernes, obras que el gobierno que viene tendrá que pagar.
Y la única herencia que nos dejarán es una economía en cenizas, una patria dividida y deudas, muchas deudas, que los 15 millones de ecuatorianos deberemos pagar.
La quemadura de piel de la larga mañana revolucionaria nos va a arder.
La abundancia de recursos financieros provenientes del petróleo y sus años de dorado esplendor junto con la enorme deuda pública contratada por varios mecanismos y a costos de intereses demasiado altos, según muchos especialistas y analistas, crearon el marco perfecto para pintar un cuadro impresionista de la otrora "banana republic" que daba paso a una sociedad capaz de ser el jaguar de latinoamérica, la punta del iceberg del crecimiento económico, la punta de lanza de un proyecto revolucionario capaz de darle vida digna a todas y todos... Pero el cuadro terminó siendo una maltrecha obra de garabatos sin concierto que nadie quiso comprar, que pocos comprenden y que casi nadie quiere llevar a cuestas, porque pesa mucho, se entiende menos y vale muy poco... Una burbuja de jabón.
"Ahorramos gastando e invirtiendo", dice el economista, pero lo que no dice, quizá porque no sabe la respuesta, es el cómo vamos a encarar los siguientes 5 años de la historia económica de Ecuador.
Justo ahora que la crisis golpea a todo aquel que ha invertido en su país, que cree en el futuro de su patria, que sueña con dejarle una herencia de tranquilidad a sus hijas e hijos, justo ahora, las vacas flacas vienen a golpear a la puerta y nos encuentran sin reservas ni ahorros.
Y sin embargo, el gobierno, en lugar de reconocer el absurdo error de no ahorrar en medio de la bonanza y aplicar políticas firmes de ahorro, sigue generando deuda con obras mal planificadas, sin financiamiento serio y negociando con nuestras materias primas a precios irrisorios y, como sucede con el petróleo, nos cuesta más venderlo que dejarlo enterrado.
Y en los interminables discursos de los sábados la cantaleta sigue siendo la misma: somos los buenos y somos más, los pesimistas son los malos y no saben nada, son menos y no hay que escucharlos. los opositores son los culpables de la crisis económica de la patria porque apoyaron el feriado bancario del año 2000, porque fueron parte de esos gobiernos nefastos, porque se vendieron a la derecha internacional y a sus oscuros intereses...
Pero, me pregunto, cansado de escuchar el mismo sonsonete discursivo, ¿acaso esa partidocracia vendida, la oposición mediocre, los ambientalistas infantiles, los inconformes con todo, han gobernado estos últimos 9 años el país? ¿Acaso ellos contrataron las innumerables obras que hoy están paradas, con pagos pendientes, con dudosa calidad de materiales, con presupuestos que sobrepasan los originales siempre, obras que no tenían estudios serios, adecuados, técnicos? ¿Acaso ese grupito de mediocres vendepatria contrataron la deuda con China que ahora no sabremos pagar pues el barril de crudo se está valorando en $4 menos de lo que nos cuesta extraerlo? ¿Acaso ellos contrataron con sobreprecio las ambulancias, los helicópteros caídos, los radares que nunca llegaron? ¿Será que la oposición y los inconformes, como yo, son quienes cobraron coimas millonarias en nombre del actual gobierno por obras deportivas o por un sistema de agua que, en 9 años, no han podido construir?
"El pasado no volverá" grita flexionando la voz para ridiculizar a esos que nunca han ganado elecciones. Esos a quienes ha derrotado tantas veces como Honoris Causa ha recibido.Y es que él es un campeón en la arena del yoísmo, la parafernalia verbal, los sincronismos imaginativos, las revoluciones de papel, los secuestros lacrimógenos...
Y el gobierno de Correa se irá, se irán las fiestas revolucionarias y las plazas llenas, los buses repletos, las banderas verdes, su sonrisa burlona, sus desplantes petroleros, los supersueldos y las mayorías aplastantes. Se irá inaugurando obras por doquier durante el año electoral en ciernes, obras que el gobierno que viene tendrá que pagar.
Y la única herencia que nos dejarán es una economía en cenizas, una patria dividida y deudas, muchas deudas, que los 15 millones de ecuatorianos deberemos pagar.
La quemadura de piel de la larga mañana revolucionaria nos va a arder.
jueves, 31 de diciembre de 2015
Un poquito de paciencia...
Son las 11:45 de un jueves caluroso, la fila de pacientes crece a cada minuto y no parece que vaya a mermar. Los recién llegados a la fila reclaman airados y los que llevan casi dos horas esperando sólo se acomodan en las sillas nada ergonómicas mientras usan un par de hojas del Telégrafo o el Ciudadano para procurarse algo de viento fresco que alivie el estúpido calor.
Ante el reclamo airado de una dama de 70 y piquito por tanta espera, el guardia apela a un artículo de la constitución y la amenaza con sanciones y cárcel... Sale un caballero de 50 y algo a defender a la dama y el guardia, ante la inquisidora (asesina) mirada de casi 30 personas sólo alcanza a decir: "un poquito de paciencia, por favor..."
A tres ciudades de distancia, una fila de personas, dinero en mano, intenta tranzar con el fruto de su trabajo o el de un tercero, cubrir un pago urgente o el mínimo de una tarjeta en rojo, mientras la impávida cajera trabaja al ritmo que sus manos y su chuchaqui cerebro logran procesar los montones de billetes que, para ella, nada significan, sino sólo papel, sucio y machado, papel con tinta y nada más. Para romper el paisaje, un guardia bancario anuncia del peligro de "hacer caso" a paquetes, fundas, bolsos y demás bultos sospechosos dentro de la agencia o fuera de ella, no vaya a ser que se quede sin su dinero por soñar con la riqueza instantánea que a Midas enloqueció. Y cuando agradecen el aviso, tímidas voces reclaman celeridad, y el fornido guardia, contesta con un mágico: "un poquito de paciencia, por favor..."
Por aquí y por allá, un ingeniero en sistemas retuerce su cerebro intentando mejorar la experiencia de molestos clientes de operadoras telefónicas que acusan problemas en sus líneas, en el uso de sus megas, en el envío de tuits y posts de facebook y unas cuantas redes sociales más, a las que el ingeniero odia con su sudorosa alma... Y en el otro lado de la pantalla multicolor, unas letras apaciguadoras contestan con mensajes esperanzadores de soluciones inmediatas, pero siempre terminan con "un poquito de paciencia, por favor..."
Ya mismo termino, "un poquito de paciencia, por favor...", y el cliché jode porque, aunque brinda esperanza de solución, no logra nada real. Apela a la capacidad de soportar el sufrimiento que las mujeres y los hombres deben tener en esta sociedad de automatismos y apuros, de inmediatismo y celeridad. Y apela, por otro lado, a la incapacidad del que pide paciencia para solucionar el inconveniente, problema, molestia, porque no está en sus manos, porque no sabe cómo o, porque depende de terceros para ser más eficiente o menos lerdo, como lo quieran ver.
El incapaz pide paciencia, siempre, porque no sabe hacer nada más. Porque no puede solucionar el problema,
Nos gobierna un incapaz (?).
Ante el reclamo airado de una dama de 70 y piquito por tanta espera, el guardia apela a un artículo de la constitución y la amenaza con sanciones y cárcel... Sale un caballero de 50 y algo a defender a la dama y el guardia, ante la inquisidora (asesina) mirada de casi 30 personas sólo alcanza a decir: "un poquito de paciencia, por favor..."
A tres ciudades de distancia, una fila de personas, dinero en mano, intenta tranzar con el fruto de su trabajo o el de un tercero, cubrir un pago urgente o el mínimo de una tarjeta en rojo, mientras la impávida cajera trabaja al ritmo que sus manos y su chuchaqui cerebro logran procesar los montones de billetes que, para ella, nada significan, sino sólo papel, sucio y machado, papel con tinta y nada más. Para romper el paisaje, un guardia bancario anuncia del peligro de "hacer caso" a paquetes, fundas, bolsos y demás bultos sospechosos dentro de la agencia o fuera de ella, no vaya a ser que se quede sin su dinero por soñar con la riqueza instantánea que a Midas enloqueció. Y cuando agradecen el aviso, tímidas voces reclaman celeridad, y el fornido guardia, contesta con un mágico: "un poquito de paciencia, por favor..."
Por aquí y por allá, un ingeniero en sistemas retuerce su cerebro intentando mejorar la experiencia de molestos clientes de operadoras telefónicas que acusan problemas en sus líneas, en el uso de sus megas, en el envío de tuits y posts de facebook y unas cuantas redes sociales más, a las que el ingeniero odia con su sudorosa alma... Y en el otro lado de la pantalla multicolor, unas letras apaciguadoras contestan con mensajes esperanzadores de soluciones inmediatas, pero siempre terminan con "un poquito de paciencia, por favor..."
Ya mismo termino, "un poquito de paciencia, por favor...", y el cliché jode porque, aunque brinda esperanza de solución, no logra nada real. Apela a la capacidad de soportar el sufrimiento que las mujeres y los hombres deben tener en esta sociedad de automatismos y apuros, de inmediatismo y celeridad. Y apela, por otro lado, a la incapacidad del que pide paciencia para solucionar el inconveniente, problema, molestia, porque no está en sus manos, porque no sabe cómo o, porque depende de terceros para ser más eficiente o menos lerdo, como lo quieran ver.
El incapaz pide paciencia, siempre, porque no sabe hacer nada más. Porque no puede solucionar el problema,
Nos gobierna un incapaz (?).
sábado, 14 de noviembre de 2015
La ciudad está enferma...
Soy Tena, (aunque puedo llamarme Quito, Guayaquil, París o Santiago...) tengo 455 años y sigo
sintiéndome incompleta. He parido a tantos hijos que casi, casi, pierdo la
cuenta. Unos vienen a vivirme, me visitan y se quedan, otros marchan y se
enamoran de parajes que me son ajenos, me dejan. Y así me han venido los años
encima, me he encontrado con que mis ríos y mis llanos ahora tienen pocos
árboles y cada vez hay más gritos de niñas y de niños por doquier. El verde de
la vida de la selva le ha dado paso a la vida sin selva, de cemento, de casas
de madera, de techos de zinc y de carreteras.
Y se les ha olvidado a mis hijas e hijos
que, cada uno que nace y viene a vivir en mis entrañas, recibe de mí una pieza
clave en esta mi realidad, en este rompecabezas que soy. Dependo de cada
persona, de su trabajo, de su labor, de su compromiso y su paciencia para crecer y ser mejor, para no
perderme y divagar sin rumbo ni futuro, para ser ciudad y ser madre de todos,
para que todos hallen, en mis faldas maternas, el progreso y la vida feliz que
anhelan…
Poseemos
todos, el poder implícito, con nuestra ciudadanía, de convertir a la ciudad en
un motor sincrónico perfecto que transforme los recursos que le invertimos en
riqueza para todas y todos, en desarrollo y progreso.
Tiene
la democracia ese sabor especial a jolgorio y fiesta, a discusión amena,
abierta y franca alrededor de la mesa materna. Tiene la democracia ese espacio
casi virgen del encuentro de vecinos que discuten sus diferencias y en ellas
hallan sus comunes anhelos, sus sueños fraternos y sus no tan diferentes
realidades diarias.
La
democracia encierra, en sí misma, la capacidad de crear espacios de encuentro,
de discusión y conciencia, la ciudad nos grita y por lo general la callamos, la
silenciamos con parches a la fuerza. Aunque parece que la ciudad es un lunar en
medio de la selva, sin embargo, somos parte de la selva, del llano, la planicie
y su agenda milenaria. Para que la ciudad crezca como cualquier ser vivo
requiere que todos sus órganos tengan suficiente alimento, riego sanguíneo,
ventilación adecuada y tiempo de descanso, de silencioso sueño que la fortalece
y renueva.
Si
la ciudad se enferma -¿qué ciudad no lo está?- no es cuestión de buscar
milagros ni culpables, hay que arrimar el hombro todas y todos, desde la
academia, el comercio, la fábrica, el servicio público, las entidades diversas,
las confederaciones de vecinos, de todas las edades y de todas las trincheras.
Y cuando al cuerpo le duele un miembro, todos le ayudan a recuperarse, no lo
cortan ni lo desechan, no creamos muros que dividen al pobre del millonario ni
pensamos en soluciones rápidas, las medicinas se aplican y se usan a conciencia
sino el remedio puede ser peor que la enfermedad. Para curar al enfermo hay que
escucharlo, con saber de la ciencia no basta, la experiencia cuenta mucho. Si la
ciudad está enferma, los ciudadanos saben de qué adolecen y saben, claro que
sí, qué remedio aplicar, los especialistas validan la información y lo hacen
rápido, porque la vida –y la muerte – no esperan.
El Gobierno
de la Gestión Visible es una estrategia de acción eficiente, táctica y
compleja. Miles de ciudadanos no son capaces de cambiar la ciudad si no hay una
estrategia que los guie. Podemos desperdiciar millones de dólares, pero la
ciudad empeoraría si no se aplica con diligencia, honradez y presteza las
estrategias, inversiones y acciones puntuales que la negociación dejó sobre la
mesa.
La
corrupción es la estrategia antiética del poder para pervivir y dominar la
gobernabilidad de un pueblo. Sin liderazgos de principios los cambios no se
darán, los parches costarán mucho y el progreso de la Pacha Mama sólo será un
cacareo sin sentido de primera plana, repetitivo y deshonesto.
Darle
la voz y la capacidad de decisión a quien vive a diario las necesidades y los
enormes abismos de desarrollo que enfrenta es, precisamente, la vía de salida
–que no escape- a la que la ciudad se enfrenta. Megalópoli, metrópoli, ciudad
mediana o pequeña, todas son habitadas por miles y millones de seres
racionales, hay que darles las herramientas para redirigir sus vidas y
acciones; negarles las estrategias, herramientas y recursos es negarle a la
ciudad su curación y encerrarla en el calabozo del subdesarrollo y la pobreza.
La
ciudad es una empresa que no debería tener pérdidas, pues cuando ella pierde,
pierde la familia, la sociedad, la raza humana, perdemos todos con cada niña o
niño que no accede a la educación, la salud y la sana convivencia que quiere,
que necesita, que le debemos.
El
gobernante debería preferir que sus conciudadanos lo aplaudan por tener el
progreso en sus manos, usarlo a diario, vivirlo a pleno y enriquecer a sus
familias, barrios, comarcas y a la ciudad en sí, en lugar de vivir aplaudiendo
promesas efímeras, mentirosas en su raíz, estrategias de empobrecimiento. La
ciudad necesita hoy de gente que la quiera-construya libre, limpia,
transparente, honesta… no que la use como fuente de recursos, de dinero inútil
que engorda chequeras privadas, corruptas y violentas.
…Y sé que nuevos días se vienen, sé que
no me dejarán sola, sé que la vida sigue siendo el norte al que todas y todos
mis hijos apuntan.
viernes, 2 de octubre de 2015
La ética del servidor público y sus formas de sanción ciudadana
La
democracia como poder ejercido desde el pueblo sigue siendo una tarea pendiente
en la mayoría de países que se autodenominan como democráticos. El ejercicio
del poder democrático como capacidad del pueblo para exigir, de forma
permanente, un trabajo eficiente, eficaz, honorable, honesto y responsable de
sus representantes elegidos en votación popular, sigue dejando mucho que
desear.
Y es
que, desde el punto de vista ético en la actuación del servidor público, tanto
del elegido por votación como del que hace carrera burocrática, los códigos de
actuación siguen siendo difusos. Ecuador tiene vigente un “código de ética para
el buen vivir” y su constitución prevé castigos administrativos para los
diferentes niveles de gobierno y servicio público, llegando incluso a la
destitución en casos de corrupción o incumplimiento de obligaciones que atenten
contra la calidad de vida de la ciudadanía. Sin embargo, la creación de leyes y
reglamentos no ha devenido en un mayor compromiso personal profundo con el
ejercicio del servicio público como una tarea con un marco ético y de
responsabilidad implícita.
La
institucionalidad del servicio público se vive como un mecanismo de
aseguramiento personal de la calidad de vida propia a corto o largo plazo,
según sea por votación o carrera burocrática, respectivamente. El poder de
turno se rodea de personal de “confianza” y crea, sobre el estado, una red de
influencia y de control de la sociedad, las leyes, la promulgación y veto de
las mismas, de la información libre y del control del descontento social y de
la protesta ciudadana.
La
normativa existente no es exhaustiva en la tipificación de las múltiples formas
que encuentra el poder para utilizar, de forma inadecuada y hasta perversa, los
recursos estatales en beneficio propio y del círculo de poder vigente. La falta
de independencia de poderes es, sin duda, el mayor problema que una nación
democrática debe enfrentar. O, dicho de otro modo, el mayor problema que la
ciudadanía libre encuentra para ejercer su control democrático sobre la
actuación del servidor público.
Si
quien califica un recurso de revisión de actuación de algún empleado público
presentado por la ciudadanía fue elegido por el poder apadrinador, con toda
seguridad, el “compromiso íntimo del poder” pesará más que la exigencia ética
de buscar el bien común de la sociedad, al que se deben, en última instancia
todos.
La
naturaleza de los actos de malversación de recursos estatales de toda índole y
de fondos públicos debería ser la fuente de la categorización de las penas a
imponerse al servidor público. La gravedad del acto debe analizarse desde el
punto de vista de la afectación a la ciudadanía, el daño a la imagen del
servicio público que prestaba el servidor y a la cuantificación de recursos
desviados, subutilizados, malversados o desaparecidos durante el inadecuado
comportamiento en cuestión.
No
hace falta, a mi parecer, que la ciudadanía deba enterarse siempre del acto
juzgado y el resultado sancionatorio del mismo. El servidor público si bien se
debe a la ciudadanía y a la dignidad de
su cargo, se mueve también en un círculo familiar y social que puede castigar,
en exceso, su comportamiento inadecuado, afectando a la familia del servidor
que nada tiene que ver, la mayoría de las veces. Eso sí, los actos de gravedad
alta y extrema deberán ser informados a la ciudadanía en aras de crear un
precedente moral y social de que el crimen cometido tiene sus repercusiones y
se debe evitar cometer nuevamente.
La
rendición de cuentas como un acto administrativo permanente puede servir, a su
vez, como herramienta de control de la actuación del servidor público. Al
acceder la ciudadanía a los procesos y resultados de la gestión encomendada,
los desvíos en la ejecución de las tareas serán verificables y corregibles sin
necesidad, incluso, de llegar a sanciones administrativas y peor aún, penales.
Partimos, por supuesto, de la presunción de inocencia del empleado y de la
buena fe con que enfrenta su trabajo diario. Sobre esa base, analizar la
gestión se convierte en un equilibrio entre la parte humana del servidor y sus
tareas técnicas y especialidades propias.
El
conjunto de valores subyacentes al servicio público, muchas veces, es desconocido
por el personal que labora o, conociéndolo, no lo han integrado en su
currículum vital y menos aún en su moralidad activa. Y, aunque la ignorancia de
la norma no salva del castigo por el cometimiento de irregularidades, es deber
de la entidad educar a sus servidores y promover, entre ellos, la asunción del
buen hábito del servicio público de calidad. Durante el proceso educativo de
todo profesional, la evaluación es el punto de inflexión del desarrollo de sus
capacidades cognitivas y prácticas para el futuro ejercicio de su profesión.
¿Por qué abandonar esa buena costumbre una vez que empezamos a ejercer nuestras
labores cotidianas? ¿Por qué hemos reducido la rendición de cuentas a las cifras y los porcentajes en
el cumplimiento de las tareas previstas? Las cifras siempre serán maquillables, las actitudes y la calidad
del servicio difícilmente.
La
capacidad sancionadora del voto ciudadano pierde eficacia, en cuanto castigo,
cuando de burocracia se trata. No tiene validez ni efectividad pues, por lo
general o la autoridad desoye al pueblo o cambia de tarea al empleado y, con
ello, en lugar de arreglar el problema, lo extiende. De este hecho surge la
necesidad de diferenciar en el código de actuación y en la reglamentación de
sanciones, el accionar del servidor público de carrera burocrática del de
elección popular.
Concluyendo.
La capacidad evaluadora de la ciudadanía hacia sus servidores públicos debe
fortalecerse en el ámbito del ejercicio de la democracia plena contando como
requisitos con una información libre, una rendición de cuentas permanente que
abarque las actuaciones y no sólo las cifras, la apertura de la entidad en su
área de innovación ética a las denuncias presentadas y un reglamento claro y
minucioso de todos los aspectos verificables.
El
área de innovación ética debe convertirse en la punta de lanza de ese nuevo
servicio ciudadano que rompe el esquema de ocultamiento de información, debe
evitar ser un arma de venganza coyuntural y procurar desarrollar en todos los
servidores la ética positiva que no está a la cacería de los errores sino
atenta a ponderar y exaltar el mejoramiento del servicio tanto particular como
institucional.
En
cuanto a las autoridades elegidas, creo necesario, la firma de un contrato,
convenio o compromiso de servicio ciudadano en el marco de las leyes vigentes.
El mismo debe contemplar claramente la necesidad de atender en primera y última
instancia, con objetividad, a los intereses generales del conglomerado a quien
sirve la autoridad. De ese compromiso firmado surge el mecanismo de control
ciudadano sobre la gestión de la autoridad, la defensa de la dignidad del cargo
ostentado y la ética en el cumplimiento del deber asumido.
Si
el servidor, en el uso del poder otorgado, pretende acallar la voz y el derecho
ciudadano de vigilar su labor y sancionar sus desvíos, usando precisamente el
poder y los recursos asignados para su tarea, será momento para que la ciudadanía
en ejercicio de su democracia efectiva le retire al servidor el poder otorgado
y lo sancione con el despido inmediato. No es un golpe de estado, es el
finiquito del compromiso contractual por incumplimiento de una de las partes.
Sancionar
en el camino las actuaciones fuera de la ley del servidor permitirá que, al
volver a elegir, la memoria ciudadana no haya olvidado los desvíos y errores
cometidos y evalué, en profundidad, la idoneidad personal del candidato para el
cumplimiento del cargo en cuestión u otro de servicio público.
viernes, 4 de septiembre de 2015
Alan Kurdi
El mundo amanece entre el jolgorio de la música de siempre, unos con audífonos, otros con parlantes en la calle. Unos cuantos en silencio pues prefieren contemplar el paisaje sin ruido ambiental...
Nadie ha visto llegar a Alan, el pequeño niño sirio de 3 años. Venía entre el vaivén de las olas, silencioso, ya ni lloraba... Cuando se embarcó en este viaje venía sostenido por Papá, ¿qué podría salir mal?
Tras horas de frío en un inmenso colchón de agua que lo separó de Papá, él dejó de temblar y empezó a soñar... la playa se agitaba en torno a él, pero ya no sentía nada. Sus sentidos se fueron con sus últimos gemidos y he aquí, ahora hay cámaras que lo retratan, hay portadas de cientos de diarios físicos y virtuales que lo abanderan como el punto máximo de un dolor que viene creciendo desde hace tanto tiempo.
Los mares se llenan de hombres, mujeres, niños y niñas, se comen sus sueños, los ahogan en silencio. Su fe los lleva a otro lado porque esa misma fe es motivo de su persecución y muerte. La irracionalidad del otro, la incomprensión del otro como ser igual en dignidad a nosotros, a los que vemos de lejos, a los que miran desde la cumbre de un rascacielos y piensan que NO PASA NADA.
Viene Alan, busca un espacio, nadie se lo quiere dar, las ciudades de Europa se vacían de la sonrisa de niños que nadie quiere hacer nacer, pero no hay espacio para él ni para los miles que vienen en balsas, náufragos, dejando la tierra firme que los vio nacer, en busca del mar que no les promete nada, tan solo una esperanza, la posibilidad de llegar...
Dejando la tierra firme que aman pero que alguien decidió incendiar.
A Alan el mundo ya no le duele, pero a su padre lo destruye una vez más. A sus hermanos de sangre y de fe, también... A diario, a miles, a quienes el mundo no los quiere acoger.
Suena la música, los audífonos callan la conciencia de quien quiere "hacer algo" pero está tan lejos que no puede hacer nada, mientras pasea por la calle de su ciudad y mira de reojo a una madre que vende chicles en una esquina, bajo el sol cuasi infernal de la mitad del mundo, lleva en brazos un niño dormido, no es Alan Kurdi, no tiene nombre y no tiene, tampoco, un sueño que se vaya a cumplir.
Naufraga el niño sirio y el ecuatoriano, bajo la inclemencia de conciencias que prefieren mirar desde el rascacielos de su seguridad, escuchando la música que les gusta y saboreando en su mente un NO PASA NADA que es como morfina para su deseo de cambiar el mundo para los demás.
Alguien recoge al pequeño niño sirio y se lo lleva como intentando pedir perdón a la humanidad, como queriendo silenciar la conciencia de quien quiere despertar.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)